sábado, 26 de febrero de 2011

Mujer perdida

Un pequeño cartel. Una fotocopia deteriorada por el paso del tiempo. Una breve solicitada colgando en una pared del costado del primer andén de la estación central de trenes. "SE HA PERDIDO ÉSTA MUJER" y abajo de la inscripción, la imagen desteñida en blanco y negro de una señora de unos setenta años, rasgos indígenas, piel curtida, rostro chupado, anguloso. Los ojos bien abiertos y una fotografía que tenía más de expediente que de familiar o artística. "SE HA PERDIDO EL DÍA 27 DE FEBRERO" y más abajo un teléfono celular para comunicarse. La mirada de Pedro pasó unos pocos segundos por aquel cartel pero siguió marchando al ritmo de la masa de gente que salía del tren en su andar por la estación Once de Buenos Aires en dirección a sus respectivas tareas habituales.

Hacía casi cuatro meses que Pedro Todeschini no salía de su casa de barrio privado en la zona oeste del conurbano. No más que para caminar algunos metros como le había recomendado el doctor días atrás. Cuando su accidente pasó de la categoría noticia a anécdota sin poder determinar el momento exacto del mencionado cambio. Después de aquel accidente, con su auto todavía en el taller mecánico, se había dedicado solamente a ordenar unas viejas pinturas que había hecho en su juventud, en las previas de su gran salto al éxito y la posterior fama en el medio artístico.

Caminaba ayudado de un bastón y todavía demostraba alguna dificultad en su manejo, a pesar de haber estado practicando en los alrededores de su casa. Pedro pasó por alto el cartel en un primer momento pero en la siguientes tres horas, no dejaría de pensar en ello. Su mente se detenía una y otra vez en el rostro pálido de aquella mujer. Se preguntaba quien habría colocado el cartel, quien la estaría buscando. Su marido, sus hijos, alguien de algún hospital o la policía misma. Uno por uno iba repasando los intereses de cada parte hasta que frenó en una pregunta que le quedó deambulando el resto de la tarde. ¿Cómo se encuentra a una mujer adulta perdida?

Los ojos se le llenaron de lágrimas al pensar en una hipotética simpleza de la situación. ¿Y qué si solo estaba perdida y había que encontrarla? ¿y que si nada trágico le había ocurrido más que el solo hecho de perderse y no recordar como volver? ¿Cómo se encuentra entonces a una mujer adulta perdida?

El viaje en subterráneo lo encontró divagando y con la mirada extraviada. Las piedras oscuras al pie de las vías le golpeaban la vista. Podría pensar también que se había escapado, que la habían golpeado o secuestrado. Sin embargo, en su cabeza solo cabía la hipótesis de las textuales palabras. "SE HA PERDIDO ÉSTA MUJER". Nada más había llamado la atención de Pedro aquella mañana. Ni siquiera el hecho de viajar nuevamente y después de quince años en un transporte público. Ni tampoco el haber pisado el centro después de noventa y pico de días, ni haberse auto demostrado que podía valerse de sí mismo luego del accidente. Nada de eso, tan solo un cartel, que al principio pasó por alto, pero que lentamente se fue convirtiendo en una pequeña obsesión que crecía.

viernes, 25 de febrero de 2011

Mentiroso

Cuando a un mentiroso le preguntan si miente o dice la verdad se abren varios abanicos. Que el mentiroso diga que si miente y deja de ser mentiroso pues esa es una verdad. O que diga que no miente y seria una verdad que es mentiroso.

Conclusion: nunca pregunten a nadie si es o se hace. Si tu pregunta ya tiene una respuesta de antemano, la pregunta no merece ser hecha.

jueves, 24 de febrero de 2011

PERDURAR EN EL TIEMPO



Pareciera que sostenerse en el tiempo es un merito incuestionable de estos días. Como si el simple hecho de persistir en una profesión, en un medio, o en un ámbito valiera para calificar o descalificar al resto. La permanencia a veces es señal de constancia y de confiabilidad, pero existen otras formas de analizar la permanencia.
La permanencia también es resistente a nuevos brotes, a ese “yo” que se resiste a que salga algún otro que lo reemplace, que lo suceda e incluso que lo supere. Insistir en estar, en continuar, también habla de una posición en la vida. De una neutralidad o acomodamiento a cuando a ese “yo” le conviene acomodarse. Hay quienes se aferran indudablemente a permanecer, y más importa cuanto que como, o cuando.
Dentro de una sociedad-país, muchísimas veces surrealista como me gusta llamar a nuestra tierra sureña, que en tan pocos años ha cambiado tanto y tantas veces los rumbos. Una sociedad-país en donde han pasado gobiernos tiranos, nefastos, gobiernos amables, inútiles, gobiernos impotentes, faranduleros, egocéntricos. Trascender esos cambios del Estado desde la permanencia es, como mínimo, digno de desconfianza y un posible desmerito. Cuando se señala una sociedad-país en donde los nuevos brotes están en ausencia. En donde las juveniles semillas no encuentran ámbito de desarrollo. En donde se festejan mínimos signos de resurgimiento y no el resurgimiento en su plenitud. La permanencia es cuestionable. Sobre todo si los espacios en que se plantea como cualidad fina esa continuidad, son ámbitos en los que los trazos de pequeñez son su marca registrada. Ámbitos en donde no se busca la excelencia sino, como ya lo hablamos, tan solo la permanencia.
Como seres vitales tenemos las líneas básicas de narrativa estructural. Es decir, tenemos un inicio, un desarrollo y un final. Como seres vitales, en nuestra etapa de desarrollo, somos quienes debemos delegar y proponer a nuevos inicios antes de nuestro final. En los ámbitos sociales, profesionales, o laborales se tiene que cumplir la misma línea. Todo es un juego de posta, y el conocimiento (testimonio) logrado no se debe esconder, sino posar en nuevas manos que lo lleven a otras manos y así hasta que el conocimiento (testimonio) se propague hasta el infinito hacia una sociedad-país, con más sabiduría, paciencia y sensibilidad que la inicial.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Entendiendo que pasa.


  Más que explicando o tratando de desahogarme, intento entender que está pasando.
Acaso estoy muerto? acaso lo nuestro está muerto? Se me sale el pecho de solo pensarlo.
Puedo entender que existan idas y vueltas, lo que no logró entender es porque quedo dando vueltas entre síntomas de culpas y otros tantos signos de olvido.
La pregunta que viene siempre en caso similares es ¿es esto merecido? probablemente, me contesto. Entonces indago en las causalidades que ahogaron el fuego. Tratando de no desligar la responsabilidad en otros, me pregunto si es que los otros alguna vez llegan a conocerme. Si es que alguna vez se acercan a ese muro implícito que intenta frenar los avances vagos, ligeros, de quienes quieren conocerte. Para así dejar entrar a esos que verdaderamente se meten y quieren ver aquello que hay por dentro, aquello que no es voz ni cuerpo.  
¿Será entonces que somos seres comunes? Que no somos la fantasía de ese ser que es uno para el otro. ¿Serán los otros los cuerdos y nosotros los locos?
¿Será que no me esfuerzo porque vean mis esfuerzos o que ni siquiera exista un esfuerzo propio?
¿Será que desprendo un olor a no me importa sobre las cosas que si me importan?

Sera entonces que todo lo que creo es simplemente eso, algo que no existe, y solo yo lo creo.

Como despegarme de este extraño dolor, profundo y verdadero dolor. Dolor que nunca antes en vida había sentido ni existido algo parecido en mí. Ese dolor que cae derrumbado sobre mil escombros. El dolor de pensar siquiera que la posibilidad de estar lejos de mis corazones, sea indefectiblemente vecino.  Que ya no es inexistente o algo que nunca jamás se cruzara por la puerta. Ahora existe, si. Y es posible. Porque puedo estar indiferente en muchas cosas, pero no en sentir tu indiferencia. En sentir que interfiero entre tu voluntad y fuerza y que mis apagados impulsos contagian para mal a tu verdadera esencia. 

Mi forma de reaccionar ante las malas es distinta a la tuya y a las de los demás. Siento, una vez más lamentablemente, que quedo solo en las malas. Que en las buenas todos te buscan y te necesitan pero en las malas te alejan sin alejarte, que es peor (por lo menos para mí) a que te echen de una trompada.

Que decirte entonces, que me corro antes que hacerte mal. Que tengo terribles sensaciones de dolor, furia y desquite. Que antes que eso te caiga sobre tus hombros prefiero que me machaquen los míos. Que no quiero estar ni un minuto lejos tuyo pero éste que está acá, posiblemente no sea yo.

miércoles, 25 de agosto de 2010

El Abuelo y el miedo

-¡Abuelo! ¿A qué le tenés miedo?
- A no sentirlo, a que no me importe.
- ¿Y por qué te tiene que importar?
-Porque si no importa da miedo.
- ¿Y si importa?
- Dan ganas.

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- Abuelo, una noche me dio mucho miedo la oscuridad.
- Cuando la oscuridad viene de noche no hay que temerle. Cuando viene de día es otra cosa.

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- ¿Es verdad que el miedo paraliza?
- Es una u otra, o el miedo te deja quieto o vos dejas quieto al miedo.
De cualquier forma, siempre hay que ir juntos, como cuando te llevo a la escuela. 
Si vos no tenés miedo me lo agarro yo.
- ¿Y nunca vamos juntos sin miedo?
- sí, cuando nos reímos.

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- De qué color es el miedo?
- Lo que asusta del miedo es que no se puede ver, no se puede tocar, no se puede oler, no se puede escuchar.
- ¿Y cuando se puede?
- Cuando se ve da risa, cuando se toca da impresión, si se huele da asco, si se escucha da furia.

viernes, 13 de agosto de 2010

Libres?


Hay quienes viajan en veleros, para sentir la brisa del rio o el viento del mar.
Hay quienes se lanzan en paracaídas para dominar el vuelo del cielo.
Hay quienes pregonan a los aires su declamada independencia.
Y hay algunos, que son libres, a pesar de lo que hacen.
Así me gustaría presentarme. Así me gustaría despedirme.

viernes, 6 de agosto de 2010

OCHO


El cuaderno verde ésta vivo. Pareciera tener latidos en cada una de sus páginas sin rellenar. El cuaderno verde espera cada palabra con un respiro animal. Una bestia que se calma cuando la tinta se escurre en sus adentros.
Ramiro cae en un sollozo de pánico y angustia. La confusión lo envuelve, lo arropa. La fresca mirada de Memo lo contempla. Ramiro entonces se da cuenta, se calma.
Toma al niño de la mano y permite que ingrese la calma, la quietud, el sosiego.
El silencio entra y se desparrama por la casa. Y como cuando una palabra al reiterarse cambia el sentido, el silencio pasa a ser no-ruido y más tarde estruendo.
Memo y Ramiro se sientan ahora en el tronco de quien fuera alguna vez un árbol. Dejan caer la pequeña lluvia sobre sus cuerpos. Todavía siguen sus manos entrelazadas. Hasta que el niño lo suelta y el escritor respira.
- Tenés que seguir escribiendo - suplica Memo.
- ¿Qué está pasando? -
- A mi me parece que ya sabes, pero es mejor que no te lo contestes. A veces es mejor solo andar, que andar preguntando y respondiendo.
Ramiro se refriega la cara. Se esparce el agua de lluvia con sus manos. Cierra sus ojos y cuando vuelve a abrirlos el niño se está alejando.
El estado somnoliento post almuerzo gobierna las calles y las casas del pueblo. La siesta, si bien es una libre elección, es mayoría dominante. Aún aquellos que deciden no tomarla, caen en el ambiente contagioso entrecerrando los ojos. Teniendo menos fuerzas que horas antes o que horas después. Así como el bostezo se contagia en personas cercanas, la siesta y su aire ralentizado también.
El tren cruza de lado a lado, parece ser más ruidoso a estas horas. Parece esforzarse por no serlo. El tren pasa constante con su marcha y retumbo. El tren es música que acompaña la siesta en Pueblo Lejos.